Este artículo fue escrito por mi abuelo, Gerhard Conitzer. Lo publicó el 20 de abril de 1947 en el periódico «La Razón» de La Paz, Bolivia. Comparte sus impresiones del campo de concentración de Sachsenhausen con sus hermanos bolivianos, lógicamente en español. El idioma que, según él, ya amaba y que logró perfeccionar a los 28 años, a la edad que llegó a Bolivia, convirtiéndose posteriormente en un reconocido poeta en Bolivia.
Creo que vale la pena leer el artículo completo.
Me acerca a mi abuelo y admiro su sentido del humor, que conservó a pesar de este triste episodio. Si no hubiera tenido tantas ganas de vivir, ninguno de nosotros, sus descendientes, estaríamos vivos hoy. Con esto en mente, simplemente quiero decir: Gracias!.
Aqui copio el texto completo que solo lo transcribí para ser leído:
Preso 13663
Recuerdos del campo de concentración
Por Guert Conitzer
Postdam Primero
Noche de invierno 1938. La torre de iglesia militar repetía : – practica siempre el bien – y cada cuarto del hora iba completando la estrofa – hasta la tumba fría, ni una pulgada te apartes – y en la hora llena:- de los caminos de Dios. Escuchaba yo desde la prisión de la Gestapo junto a muchos compañeros. Una sala enorme, colchones en el suelo. Noche cerrada, relevábamos la guardia en la sala para vigilar el sueno de los demás. Roncaban los viejos, hablaban en sueños: había que despertarlos para que no molestasen a los otros. La luz eléctrica pertarlos para que no molesta – no desvelaba. La estufita despedía algo de humo, había que aumentar leña. El frío, sin embargo, intenso. Fuera sequía la melodía de la canción popular ingenua “practica siempre el bien..” A quien se dirigía? A los burgueses en vigilia, a los presos políticos y raciales a los gobernantes? De toda la provincia de Brandenburgo nos habían reunido allí para despacharnos a campos de concentración. Un judío había matado al Señor Von Rath en Paris para vengar a sus familiares, a los de su raza, en aquel aristócrata alemán.
Al „K“ (campo de concentración)
Grandes ómnibus que antes servían para conocer el país en viajes turismo, nos esperaban para el transporte. Las puertas herméticamente cerradas. Pasamos por la iglesia de Potsdam que el Mariscal Hindenburg entregara el mando al Cabo Hitler cinco años ha, y donde descansaba Federico el grande. Me pareció entonces que se avergonzaría en su tumba viendo inocentes arrancados de sus hogares para ponerlos tras alambres de púa de alta tensión: 40 000 en revancha por la muerte de uno, por el atentado contra uno. Pero ¿como seria?, no había el Rey Filosofo que gustaba de alternar con Voltaire en su castillo „Sans Souci“ hecho arrancar de modo parecido, a cientos de infelices des sus casas, solo porque median mas de un metro ochenta para formar con ellos el regimiento de guardia? Eran sus súbditos: podía hacer con ellos lo que le viniera en gana. Pero desde entonces habían transcurrido siglos y medio, vivíamos en el „siglo del progreso“… Por calles conocidas, a través de ciudades donde se había caminado alegre, despreocupadamente rumbo al „K.Z.“…
Se puede sobrevivir
En el trayecto recordaba las palabras de un hombre salido meses antes del mismo campo de concentración al que yo iba ahora. Me había dicho: Es tremendo. Pero si uno tiene suerte y no se deja vencer puede sobrevivir. Bueno, yo estaba resuelto a no rendirme. Descendimos del ómnibus a unos cien metros de aquel campamento infernal rodeado de muros y alambres. Un enorme portal con la inscripción inocente “Campo de Reclusión Proteccional” y algunas líneas
referentes a que la Patria cuidaba de sus hijos descarrilados. (¿descarrilados de raza, por ejemplo?). Pasamos escoltados de Guardias negras, marcando el paso, de cuatro en fondo. Los abrigos puestos, sombreros en mano. Alineados cara al alambrado, tuvimos la primera visión de reojo de aquel K.Z.. Campo arenoso extenso, arrancado al bosque: al fondo barracas en forma de estrella. Torres de observación con ametralladoras giratorias.
Esperábamos que nos llamen. Pasaban las horas: algunos presos regresaron del trabajo fuera de muros tirando carros y coches como bestias de carga: vestían uniforme militar viejo y dispar como ropa de locos, estrellas distintivas en el pecho y las mangas. (Mas tarde supe que correspondían a judíos, curas, pervertidos y comunistas, nazis en desgracia: estos últimos objeto de general complacencia). Caras demacradas, mirada apática: mucho de ellos con algún miembro vendado. Cientos. Miles. Visión inverosímil hasta no mas poder. Pareciale a uno ver una película de la Rusia zarista, de Siberia. Se echaba de menos el “lasiate ogni esperanza” en el portal que acabamos de atravesar. Legiones de hombres, si hombres podían llamarse esos espectros, hombres-robot, cifras mudas, corriendo, todo trabajo debía hacerse a carrera. Formar!: Números nada de nombres. Ese día no faltaba ninguno por fortuna para los demás. Oscurecía. La plaza iba vaciándose. Luces exiguas en las barracas. Haces de proyectores desde todas las torres: tal iluminación durante toda la noche añadía algo de horrendo a este lugar fuera del mundo.
Por fin nos llaman
¿Nos abran olvidado? Pensé ingenuamente no conocía aun la practica de dejar largas horas, noches enteras, a los presos de pie cara a las murallas sin derecho a moverse, nieva o llueva. Tambaleábamos: teníamos hambre. Nos pasábamos voces quedas. Por fin llamaron a una barraca. Uno por uno, carrera entrar, salir: el próximo. Nombre. Apellido. Dirección. Profesión. A quien avisar en caso de muerte. Di el nombre de mi madre: … al padre pensé con velocidad de rayo, tal vez lo sacaron también. Acaso lo encontraría un día entre los 14000 de esta ciudad de hombres-esclavos, infra-hombres que éramos ahora.
Cortar el pelo al rape. Desvestirse. El dinero, la ropas atadas con pitas, entregadas. Desnudo. Mas preguntas. No te apoyes en la mesa. Sácate, los lentes, – y un tremendo puñetazo de un guardia en mi mejilla. Quieren saltar lagrimas de dolor, de rabia, de impotencia. ¡No poder lazarse sobre el! Hay que ser prudente, seria la muerte segura: todavía tengo una misión que cumplir…
A otra sección. Manguera de agua helada. Que suerte. Que grato! Pues arde la cabeza. Decenas de hombres desnudos. Chistes, risas por fin, humor patibulario, humor de perros… Ropa militar de toda laya, demasiado ancha o angosta. Nos vemos ridículos. ¡Que importa!
A nuestra barraca. Allí ya duermen otros tendidos en la paja. ¿Quienes son? Checos traídos de la Praga ocupada hace poco, caídos del cielo de la abundancia
y de la libertad a est e infierno donde se aprende a morir. Sus familiares no saben de ellos. Están peor que yo: se lamentan, tienen miedo. Yo no pienso rendirme …
Primer Día
Madrugada fría. Formar temblando. La cabeza abotargada. Lucidez mental. Estar alerta: la vida depende de esto. Mi numero 13663 sumo las cifras: 19. No me dice nada. Miro a todos los „murus“: me rio. ¡Que tal se cambia! Me miran a mi, también ríen. ¿Y la chalina? ¿Y las polainas? Eso era una vez. A ver como andará aquello.
Raro sentimiento: me siento libre, nunca tan libre. No tengo responsabilidad alguna por vez primera en muchos años. Soy inocente. Eso es un gran sentimiento. Que hagan lo quieran conmigo, mi conciencia esta tranquila. ¡Pobres padres, pobres amigos! ¿Que harán? Sin duda sufren mas que yo.
Me acuerdo de repente de lo que, en un curso de criminología, en la Universidad de Friburgo, nos conto el Dr. Wolff. Se hizo encerrar en una celda ocho días, quince, a ver como reaccionaba uno para poder juzgar como vive, que parece el condenado a presión: cuanto tiempo de reclusión merece un criminal. El experimento resulto insoportable: tenia ganas de suicidarse: solo paredes, soledad. Por fin ya no pudo mas. La próxima vez que viene el carcelero se hace llevar donde el cura. Le dice quien es. Una aventura nomas. Entendido. Váyase a su casa. Comparo la hazaña del bueno del Dr. Wolff con mi propia situación. Aquella no cuenta….
Compañeros de mas edad que yo comentan: esto es peor que la guerra: entonces trataban siquiera de cuidarnos. Ademas éramos héroes, defensores de una causa que creíamos justa. Eramos hombres, aquí ni animales somos: quieren matarnos cuanto antes de frio, de hambre, de golpes, colgándonos con las manos atadas a la espalda hasta desmayarnos. He aquí las huellas terribles en las muñecas. Asi nos paga la patria! Pero en cuanto vienen las comisiones italianas, japonesas, de la Cruz Roja a convencerse de lo bien que vivimos, en seguida desaparecen como por encanto los instrumentos de tortura. ! Ay del que declare que hay hoyos especiales para esconder lo ignominia del nombre alemán!
Por la mente cruzan flechazos de frases. No dijo Franz Kafka algo como:! En nuestra existencia, en si ciega.. en planeta ciego entre millones de astros, ya hay bastante sufrimiento. Por lo menos hagamos juntos el viaje y hagámonos la jornada lo mas llevadera posible.
Razon de estado
Nos preguntamos: y el mundo que dice? Que hace? Sigue diviertiondose y viendo como si nada. Como lo aguanta este pueblo? Lo aguanta, señor: está acostumbrado a obedecer desde hace siglos. Donde ve un uniforme, hace genuflexiones: oye marcha militar y el corazón le late mas a prisa. Dulce et decorum est pro patria mori. Las autoridades siempre tienen razón. Así piensa también la mujer del socialista que me cuenta: mi mujer me escribía con la secuencia permitida. Muy cariñosa. Pero a medida que pasaba el tiempo, cada vez menos, cada vez mas fría. Finalmente me dijo: Debe ser crimen muy serio cuando te retienen tanto en Sachsenhausen. Sabrán lo que hacen: yo no te puedo esperar mas. Adiós, pues. El preso que esto cuenta vive con solo una meta, salir un día, cuando venga en Cuarto Reich y entonces a su mujer, amada antes, odiada hoy con impotente rencor, matarla, asesinarla así le cueste la vida…
Cada cual se alivia como puede
Como era el caso del Dr. Hall que pinta Wassermann en su libro „El caso Maurizius“? El protagonista condenado a cárcel perpetua por simples indicios, se autosugestiona para ver, observar y escribir un día la impresiones de un preso. Lo que le toca es a guisa de observador imparcial. Me tomo este ejemplo. Un día hablare de lo que vi: he de aprovechar mi tiempo. (No pude entonces adivinar que ese „un día“ llegaría a ser „hijo (adoptivo) de Bolivar“, que contaría esto a mis nuevos conciudadanos en lengua castellana amada desde anos atrás!.
Trabajo en El „K.Z“
Se llama deporte lo que se obliga hacer a los prisioneros. En verdad es martirio. En cuclillas, bajar poco a poco en diez etapas. Imposible. Golpes. Ese viejo allí tendrá 70 anos. Lo hacen rodar en a nieve. No puede mas. Esta por desmayarse. Lo sacan a patadas para que haga „deporte“. „L`empereur ne connait autre maladie que la mort“, decía Napoleon. Ah si, se muere todos los días. Se ayuda a morir, los médicos ante todo. El dedo congelado? Cortar la mano. La mano infectada? Amputar el brazo. Fiebre menos de 38,5? Al parado por castigo de molestar a los médicos. Simulador Cara a los alambres. Puedes elegir entre dos muertes: tu enfermedad o el suicidio en los alambres cargados. Uno menos, mejor. Avisaremos a tu familia que recoja la urna. Funciona día y noche el crematorio. La organización es perfecta. Estamos en Alemania, país del orden.
A trabajar! Amontonar arena en circulo. Llevar lena de un lado a otro. No hay trabajo útil para 14.000 hombres. Ah si. Descargar, transportar y echar carbon a lo hornos para calentar la piscina archi moderna de los Guardia Negras. También se cose, se cocina: hay algún taller. Allí no hace tanto frio: se trabaja 14 horas, no hay domingo en el K.Z.. ese invento judío esta cancelado. Tampoco importa entonces que dia tenemos.
La enorme „fabrica de azulejos“ esta en construcción, mimetizado en el Bosque. De alla saldrá munición, todos lo saben. Es un hormiguero. Trabajo de esclavos, bien barato. Alguien canta: La dona e movile. Que pasa? El g guardia obliga a un artista de opera a lucirse: ya esta ronco el pobre hombre. No importa. Así no olvidara sus arfas. El guardia se ríe: – hasta opera tenemos!- son mas lagrimas que canciones.
También hay días buenos. Talar arboles, sacar raíces ha hachazos, transportarlas hasta el canal. Andar a solas por el bosque canturreando sin sentir la mirada de los vigilantes en acecho.
Bosque condenado: hombres condenados. Que me sacaran foto así, con traje mitad prisionero, mitad militar, pantalones de pyjama, la barba crecida, el tronco a cuestas: seria un recuerdo. Me rio.
El Menu
La comida no es mala, pero poco. Y hay que comer rapidísimo: apenas minutos para todo. Formar pero antes lavar los platos. Lavo el mio y tres mas para comer las sobras de los que no alcanzaron a despachar su ración.
Todos tienen hambre. Pan. Pan dame un pedazo de pan! es como un estribillo. Hay un galpón donde se puede comprar hasta cosas que no existen las poblaciones, mantequilla por ejemplo. Todo cuesta mas caro. Es el negocio de la guardia negra. Y los que no reciben plata de sus parientes? Siguen mascando su hambre.
Un amigo
Cara conocida. Donde la vi por ultima vez? En Bonn: estudiamos. Ahora dejo mujer e hija en hamburgo. Llego con los primeros transportes. Escapo con vida. Los que no salían rápido del tren perecieron a bayonetazos: los que se retrasaban en alcanzar en campamento, sucumbieron a tiros. A los demás los hicieron esperar treinta y seis horas de pie frente a la alambrada. Cayeron muchos. Cuanta el amigo.
Ayudamos a la casualidad para trabajar juntos el próximo día. Rastrillamos, regamos y apasionamos la tierra entre las casitas de los guardias. Era un día hermoso con sol: mi dio instrucciones para escribir a su mujer en caso de salir yo antes: yo lo mismo para mis padres. Testamento oral. Todo inverosímil! Una mujer sale de una casita. Semanas que no vemos una mujer: mas lejos los guardias no han hecho construir una especie de jardín zoológico. Hay de todo. Les han regalodo animales de los grandes parques y circos: Los nazis cuidan de sus plantas y animales pero al enemigo torturan, matan. Nietzche mezclado con Spengler, George con Rosenberg justifica todo. Hablamos mucho.
Nostalgia
El mundo sigue igual. A lo lejos se oyen de día, de noche pitos de las locomotoras que pasan. Pensar que allí viajan las gentes, leen periódicos, comen en los coches-comedores, flirtean. Uno mismo lo hacho tantas veces. Ahora aquello está tan lejos como en otro mundo. Es pues otro el mundo de los que no tienen libertad, libertad, no te conoce quien no comió el pan amargo de la esclavitud!
Alguien recita un poema de Goethe. Se cree sonar. Como suenan los versos del olímpico, sereno Goethe en su Alemania de Hitler!
Veinte grados bajo cero. Cae la nieve, blanda, inocente. Consigo yodo para mis manos hinchadas. Por suerte me dejaron mis propios zapatos, pero ya entra la humedad por las suelas gastadas, viento helado. Navidad se acerca. En medio de torturados y extenuados – treinta y cinco mueren al día – como sangrienta befa nos hacen levantar un enorme pino y adornarlo con lucecitas eléctricas. Es la Nochebuena de la lagrimas. El recuerdo de la madre y de la infancia perdidas ahonda las llagas de los condenados. Por milagro dan permiso para que alguien toque violin en nuestra barraca. De donde la abra sacado. Es un maestro. Toca Bach, Beethoven, Mozart…
Es como esa vez con Goethe. Todos lloran. Que será de nosotros? Pero esa musica quedara siempre.
Camino a la libertad
Un día se abren las puertas del campo de concentración. Que prodigio lo habrá conseguido para mi! Una visación, lo se después. Salir del país es el precio de la libertad.
A los pocos afortunados que salimos nos previenen: Nada deben decir. El brazo de la Gestapo les alcanzara donde estén en el mundo. Y de veras casi, casi…si Alemania gana la guerra. Estamos perdidos nosotros. Creemos pues que no son solo sus errados cálculos militares que acabaron con Alemania, sino el mal que roía sus entrañas. Aquellos eran todavía los tiempos idílicos del Nazismo, cuando algunos salimos con vida. Mas tarde millones fueron asesinados en la guerra y en la retaguardia. El mal se venga en todas partes del mundo. Quien a hierro mata, a hierro muere, ayer y hoy y mañana. Pobres pueblos en esta época previa a la verdadera civilización! No hay castigo para los conductores a los abismos de la desesperación, a los niagaras de sangre, a los titicacas de lagrimas, un momento de sufrimiento, segundos a lo sumo. Hasta que obre el veneno, no es castigo. Esperemos el juicio divino! Y entre tanto !ayudemos a nuestros prójimos a sobrellevar la carga pesada de la vida agónica de nuestro tiempo!